El “desastre” colonial va tenir un impacte econòmic limitat però, en canvi, va tenir un enorme impacte ideològic.
Des d'un punt de vista econòmic, es pot veure la política econòmica de la Restauració com a resposta a la crisi colonial:
- Gir nacionalista: accentua el proteccionisme, incipient intervenció estatal (límits a la competència en favor de grans empreses, exempcions fiscals,...)
- Recerca de l’equilibri pressupostari (desapareixen les despeses de l’imperi)
- Inversió pública: infraestructures, electrificació
- Repatriació de capitals de Cuba
Des d'un punt de vista ideològic, la idea dominant va ser que la derrota culminava un llarg cicle de decadència que encara podia anar a pitjor, i aquest pessimisme va esperonar la reflexió sobre què havia de ser Espanya, amb la conclusió que calia una actitud reformista i una voluntat de canvis. A aquest moviment se l’anomenà regeneracionisme. El regeneracionisme va impregnar tota la vida política espanyola i va ser enarborat per polítics d’ideologia molt diversa.
Un dels grans representants del regeneracionisme fou l’aragonès Joaquín Costa, encara que també cal comptar-hi els autors de la generació del 98: Unamuno, Baroja, Maeztu, etc. Al costat d’aquesta voluntat de canvi, però, el regeneracionisme presentava també un fort component de nacionalisme espanyol que veia en un nou imperialisme adreçat cap al nord d’Àfrica la “solució” a la crisi de la identitat nacional, com va passar en el mateix Joaquín Costa.“Corresponde a Joaquín Costa la función de impulsor del moderno africanismo, al que dedicó notables esfuerzos organizativos (al menos hasta su desencanto a finales de la década). En 1883, ante el congreso español de Geografía comercial y mercantil, Costa afirmaba: «¡La raza española! yo tengo una fe ciega en sus destinos, yo la creo llamada a permanecer en el planeta, cuando tantas otras habrán ido desapareciendo; y otra vez esta convicción me mueve igualmente a recomendar a España la colonización». Para Costa, la acción imperial serviría para contrarrestar la herencia negativa (aunque preñada de posibilidades) del «carácter nacional» español
Font: Ferran Archilés Cardona “¿Una cultura imperial? Africanismo e identidad nacional española en el final del siglo XIX”, STORICAMENTE.ORG Laboratorio di Storia, Numero 12 – 2016, p.12
A lo largo de las dos primeras décadas del siglo XX, el sistema político de la Restauración implantado en 1876 permaneció en lo esencial inalterable y la victoria electoral siguió obteniéndola sistemáticamente el partido en el poder (excepto en 1919). Pero, a pesar de la persistencia básica del modelo, sí se produjeron algunos importantes cambios que explican la crisis en la que entró el sistema y la solución autoritaria que se adoptó en 1923.
Por un lado, los distritos a disposición del gobierno disminuyeron y, en cambio, aumentaron los distritos “propios”, bajo control de un mismo cacique que renovaba su acta gracias a los lazos clientelares establecidos en el territorio e independientemente del partido en el gobierno. Los grandes caciques llegaron a tener el poder de sustituir al gobernador civil.
En segundo lugar, al aumentar la influencia y autonomía de los notables locales y provinciales, su poder de negociación con la jefatura central de sus respectivos políticos también se acrecentó. Tras la desaparición de los grandes líderes del turno, Antonio Cánovas del Castillo (asesinado en 1897) y Práxedes Mateo Sagasta (1903), el creciente poder de los caciques produjo una creciente fragmentación por ausencia de un liderazgo fuerte e incuestionado. Los jefes de las distintas facciones del partido en el poder se acostumbraron a renegociar continuamente su apoyo al gobierno a cambio de contrapartidas para sus nutridas clientelas.
Conforme aumentó la fragmentación de los partidos del turno en distintas facciones rivales, la labor del gobierno se vio crecientemente dificultada, y el rey y el ejército fueron adquiriendo creciente protagonismo político. A diferencia de Inglaterra o Bélgica, el poder del rey fue en aumento frente al del gobierno y al del Parlamento y con el tiempo se acrecentó la imagen de gobiernos “palaciegos”, dependientes únicamente del favor del soberano.
Finalmente, la disgregación de los partidos dinásticos y la pérdida de poder del gobierno sobre los distritos, permitió la aparición y consolidación de nuevas fuerzas políticas, sobre todo en las ciudades, donde se produjo un significativo avance de la movilización policía de un electorado urbano cada vez más independiente y menos sujeto a lazos clientelares. A pesar de que frecuentemente las nuevas fuerzas políticas se aprovecharon de las tramas caciquiles como lo hacían los partidos dinásticos, la existencia de estas nuevas fuerzas contribuyó al incremento de la lucha electoral.
Adaptat de: Juan Avilés et. al. Historia política, 1875-1939, Istmo, 2002, p.181-192
Un darrer element que caracteritzà la segona etapa de la Restauració serà la creixent militarització de l’ordre públic. Els militars guanyaren autonomia a l’hora de jutjar determinats delictes (com en la Llei de jurisdiccions de 1906), passaren a dirigir sovint els cossos de policia, i els grups conservadors confiaren cada vegada més en ells perquè creien que l’estat era incapaç de reprimir els moviments socials. Barcelona fou una de les ciutats on aquesta dinàmica es féu més viva, amb un militar com a Governador Civil patrocinant grups de pistolers contra la CNT en 1919-23 (vegeu l’apartat 4) i fou a Barcelona on nasqué el Sometent el 1902 com a grup armat benestant que recolzava la política repressiva de l’Estat (implantat a tot l’Estat el 1919). També els governs van proclamar sovint l’estat de guerra i la suspensió de les garanties constitucionals.